¿Y qué es un curso de retiro?
Un curso de retiro es un tiempo que uno se para, aparte de las actividades normales o cotidianas, para disponerse a rezar un poco más y dar espacio a una reflexión más profunda y más consciente. Un curso de retiro es como una revisión médica, un buen chequeo con unos buenos análisis, una ITV, un reseteo. Se trata de volver al estado de fábrica. Esto requiere tiempo, seguramente no podremos disponer de todo un mes como requieren los ejercicios ignacianos, pero un fin de semana largo está al alcance de todos.
Santa Catalina de Siena nos enseña que el mundo se puede comparar con un rio senagoso que contiene peligro y veneno, es la fuerza de una corriente que nos va llevando, es el fluir de nuestras responsabilidades, de lo que toca, por lo que no tenemos tiempo para apartarnos de ese rio como para cuestionarnos si estamos tomando las mejores decisiones, si estamos obrando correctamente y preguntar al señor qué desea de mí.
En la práctica, si no tomamos ninguna acción, la realidad es que vamos perdiendo libertad porque siempre es más cómodo dejarse llevar por el rio. Para muchas personas, un buen curso de retiro ha significado un cambio realmente profundo, intenso y durable en su vida.
Es bueno recapacitar, ver las cosas con serenidad, salir de nuestra subjetividad. Si estamos metidos en un hoyo, o vamos por la estratosfera, nos falta horizonte, objetividad. El sentido que tienen unos días de retiro es serenarnos. Cuentan de uno que no lograba ver su rostro reflejado en las aguas de un estanque, bastó esperar a que estas se serenaran para verse en ellas. Es bueno reconocerse, saber cómo somos, quiénes somos, cómo nos ven los demás. Rememorar la imagen de Dios que hay impresa en nosotros, a menudo desfigurada, alterada, rota.
En la mayor parte de los cursos de retiro hay estos elementos:
(1) Meditaciones, a cargo de un sacerdote, y charlas, a cargo de otra persona con buena preparación en nuestra fe católica.
(2) Ambiente de recogimiento y silencio, que se presta para reflexionar, caminar, rezar, leer, escribir, etc. Es lo que suele suceder en las que llamamos “casas de retiro”.
(3) Celebración de los sacramentos, sobre todo la Eucaristía (con adoración al Santísimo), y oportunidades para la confesión.
(4) Un horario adecuado, que permite dar un cierto descanso al cuerpo, a la vez que evita la dispersión o pérdida de tiempo.
El bien que puede darse en los cursos de retiro es muy grande. La oportunidad de escuchar, rezar, reflexionar y decidir puede marcar una diferencia profunda y muy positiva en la vida de muchas personas.
Sobre la experiencia de vivir unos días de retiro, cerramos con la oda de Fray Luis de Granada:
“¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!”.