Escuchar. Ese verbo que tanto necesitamos pero que no es tan fácil de practicar. Y no es tan fácil de practicar porque escuchar significa gastar de nuestro tiempo, incluso de nuestras prioridades, para abrirnos al otro residente. Veamos algunas pistas sobre cómo podemos practicar mejor esa obra de arte y de amor que es la escucha.
Escuchar es la manera actual de acoger. Entre las obras de misericordia tradicionales se mencionaba siempre «dar posada al peregrino». Esas obras de misericordia hacen referencia a un mundo muy distinto al nuestro, por ejemplo, el mundo de los nómadas en el desierto. En el mundo del desierto dar posada al peregrino marcaba la diferencia entre la vida y la muerte. En nuestro tiempo, muchas personas también están sedientas de atención y de comprensión.
La escucha está profundamente conectada con la acogida que damos a las otras personas. Acoger implica muchas cosas: implica renuncias pero implica también sabiduría. En efecto, la persona que acogemos no viene simplemente a refugiarse, aunque quizás es el pensamiento que tenga, sino que nosotros podemos hacernos esta pregunta: ¿Cómo queda esa persona que ha sido acogida? Dice la biografía de Santa Catalina de Siena: «nadie se acercó a ella sin volverse mejor». Entonces, el verdadero acoger no solamente es recibir a la persona sino ayudar a que esa persona sea mejor.
Los dos actos fundamentales de la escucha son:
– La escucha receptiva
– La escucha interactiva
No se trata solo de convertirse en un refugio, se trata de convertirse en una oportunidad en la vida de la persona.
ESCUCHA RECEPTIVA
Es, por ejemplo, cuando alguien necesita desahogarse y encuentra en nosotros una persona que le da tiempo y le da atención. En esta forma de escucha no hay muchas intervenciones. Es simplemente facilitar que la persona pueda sacar de su corazón lo que le pesa, lo que le duele o lo que quizás ha estado mucho tiempo haciéndole daño. La escucha receptiva es el primer grado de escucha y tiene tres condiciones fundamentales:
1. Darle a la persona atención: que la otra persona no sienta que le está hablando a una piedra ni a una silla. Que nuestra actitud corporal, disposición y mirada muestren que efectivamente estamos atentos al otro residente.
2. Darle a la persona tiempo: requiere tiempo que tal vez es lo que más nos cuesta. La escucha receptiva implica que muchas veces uno tiene que posponerse porque todos tenemos cosas más o menos urgentes que tendríamos que hacer pero entrar en la escucha receptiva supone un posponerse. Cambiar nuestros planes, cambiar un poco nuestras prioridades o alterar nuestra agenda para darle atención y tiempo a la persona que lo necesita.
3. Darle a la persona empatía: se necesita un poco de empatía (que no significa que uno esté de acuerdo con todo). ¿Qué es lo que le duele a la otra persona? ¿Qué es lo que le molesta? ¿Qué es lo que echa de menos? En la medida en que interiormente nos vamos haciendo esas preguntas, nuestra atención se hace mucho más enfocada, nuestro tiempo se hace mucho más valioso a los ojos de la persona que nos habla y también hay una conexión de corazón a corazón.
ESCUCHA INTERACTIVA
Empieza con alguna pregunta que le ayuda a la persona a tener una perspectiva más amplia. La escucha interactiva es muy valiosa porque muchas veces la persona misma ni siquiera alcanza a darse cuenta del alcance de lo que está diciendo.
El principio fundamental de la escucha interactiva, que es un proceso, es ayudar a que la persona camine pero camine no sola sino acompañada por la persona que le escucha. En la escucha interactiva tiene que darse un proceso que va de la simple empatía a algo más profundo que en algunos casos puede llegar a ser un auténtico cambio de rumbo.
La escucha interactiva quiere pasar de la perspectiva completamente subjetiva a una perspectiva un poco más objetiva. La objetividad perfecta no es algo que podamos decir que lo vamos a lograr siempre o que no sabemos si lo vamos a lograr pero se trata de moverse en esa dirección. Es no dejar a la persona solamente rumiando su dolor o su preocupación.
Entonces, la escucha interactiva es una especie de confrontación suave y muy empática que va llevando a la persona hacia la realidad y la realidad no es solamente lo que uno sienta, lo que uno piense, lo que a uno le afecte sino que es mucho más amplia.
La palabra clave en la escucha interactiva es el proceso. Hay que tener cuidado, sin embargo, que ese proceso esté guiado por:
1. Un criterio de verdad: no se trata de imponerle nuestro punto de vista sino se trata de lograr una visión más completa, más justa y más verdadera.
2. Un criterio de caridad: tiene que haber caridad porque finalmente lo que estamos buscando es un bien para la persona. Por eso la escucha interactiva tiene que hacerse con mucha sabiduría y prudencia teniendo presente cuál es el paso que la persona puede dar y cuál es el bien que yo le puedo aportar al otro en ese momento.
Por último, tengamos en cuenta que los frutos de un buen proceso de escucha siempre implican dejar puertas abiertas en el sentido de que muchas veces las personas van a tener que hablar con nosotros más de una vez y por eso la escucha interactiva debe quedar de alguna manera abierta. En el fondo, es como darle la certeza de que puede contar con nosotros.
Bien practicada, la escucha es una preciosa obra de caridad y una auténtica obra de arte y de amor. Es algo que puede profundamente cambiarle la vida para mejor a muchas personas porque la herramienta fundamental de lo que hoy los psicólogos llaman «una red de apoyo» es la escucha. Dicho de otra manera, la persona que cuenta con quién hablar tiene muchas menos probabilidades de cometer errores de los que luego se va a arrepentir o errores irreversibles.
Salir de uno mismo tiene un costo pero no será un costo de amargura para nosotros sino que será un esfuerzo que da fruto y que permite que nosotros, los que estamos escuchando, crezcamos como personas porque no cabe duda que en la medida en que damos esta clase de pasos y en la medida que asumimos ese riesgo de amar, crecemos en madurez psicológica y crecemos también en el sentido de la madurez cristiana.
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