Cómo definir prioridades en la vida
Hablemos sobre definir prioridades en la vida. Empecemos, por tanto, definiendo el significado de prioridad. En latín la palabra «prior» quiere decir lo que va de primero. Podemos decir que las prioridades son aquellos principios en los que pensamos en primer lugar cuando tenemos que tomar una decisión. Nuestras vidas son muy distintas, pero hay algo que nos une a todos: tomar decisiones. Tomar decisiones es como viajar: llegas a un cruce de caminos y hay que decidir si tirar hacia un lado, hacia el otro o seguir de frente. En la vida, tenemos que tomar muchas decisiones pequeñas y algunas muy grandes. Por ejemplo, escoger la persona con la que una persona se va a casar no es una decisión trivial. Podemos decir que la ruta de nuestras decisiones es la ruta de nuestra vida. Nuestra vida es, en primer lugar, el resultado de las decisiones que vamos tomando. Cuando nos preguntamos cómo tomamos decisiones, nos damos cuenta que para tomar una decisión uno tiene que tener un criterio que es una forma de valorar las cosas. Ejemplo de criterio: lo que produzca más dinero.
Las prioridades tienen una gran importancia en la vida porque son las que iluminan las decisiones y la vida está llena de decisiones.
Una persona puede tener un ámbito de acción y de influencia muy pequeño y, sin embargo, dentro de eso pequeño su vida puede ser una vida humilde en su influencia pero llena de paz y de alegría. Nadie debe despreciar la propia vida. Tus prioridades son lo que determinan lo que va a suceder contigo en el curso de tu vida. Nosotros tenemos que convivir con nuestras decisiones porque nos acompañan. Escoger un buen trabajo o una buena empresa o la pareja adecuada.
¿Cómo podemos organizar nuestras prioridades en la vida?
Tomamos malas decisiones por tres razones:
(1) La prisa de lo inmediato y la presión de la impaciencia: “¡ya! ¡ya!”. Buscamos satisfacción o éxito rápido, a menudo sacrificamos principios o personas que luego sólo cabe lamentar. Buscar atajos en la vida y la inmediatez arruina las decisiones y hace que tomemos malas decisiones, especialmente las que tienen que ver con el placer.
(2) Nos atrae lo intenso y el placer: “¡más! ¡más!”. Cuando nos volvemos insaciables terminamos por romper el balance necesario en nuestro cuerpo, nuestro descanso, o la atención que merecen las personas que deberían interesarnos. Al final, la autodestrucción, en sus diversas formas. ¿Cuántas personas se obsesionan con el trabajo? ¿No están destruyendo su familia y su futuro? El no saber poner un freno a nuestros deseos y encontrar la medida justa lleva a verdaderos desastres y acaba haciendo daño. Estamos hechos para una vida llena de armonía y necesitamos que esa armonía le dé un balance a nuestra vida.
(3) La seducción de lo fácil: “¡menos! ¡menos!”. El que quiere el camino sin dificultades ha escogido ya aquella senda ancha y descansada que lleva a la perdición. A través del trabajo cambiamos el mundo, y la persona que se deja llevar por la pereza se vuelve ineficiente hacia fuera e irresponsable hacia dentro. Las virtudes necesarias para el trabajo como la puntualidad, la eficiencia, la excelencia y el sentido de equipo nos hacen mejores personas.
Para no dejarse perturbar ni distraer por esas razones necesitamos entonces:
(1) Pensar en las consecuencias a largo plazo de nuestros actos.
(2) Amar el equilibrio de una vida balanceada e integral, en cada dimensión de nuestro ser, incluyendo nuestra capacidad de trascender y crecer en armonía con los demás.
(3) Descubrir que el trabajo y el esfuerzo no son solamente tarea que queda fuera sino riqueza que nos transforma adentro.